Eco

Y al igual que muchas otras cosas, ocurrió sin previo aviso, como lluvia en un día soleado: lluvia sorpresa, libre y hermosa.
Cuando me di cuenta, ya habían pasado varios minutos escuchándola hablar. Cada palabra que decía sonaba tan interesante, cada risa tenía un matiz perfecto y el tiempo parecía no existir mientras contemplaba su hermosa y cálida mirada resplandeciente. Me encanta verla sonreír, sonríe tan bonito, con todo el rostro, iluminándolo todo como un faro firme disipando la bruma y la noche, contagiando luz y libertad.
Creo que fue así, bocado a bocado, que terminé cautivado: nervioso, torpe y corto de palabras al estar con ella. Es adictivo el bello torbellino que surge en mi pecho cada vez que se acerca, cada vez que se aleja y cada vez que vuelve.

Autor: Roberto González Rivera

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