Juego: cuando Black Mirror deja de advertirte y simplemente te dice ‘Ya es demasiado tarde’.

Hay episodios de Black Mirror que te avisan que la tecnología va a destruirte. Este no. Juego, de la séptima temporada, te observa con una ceja levantada, se sirve un té y te dice con toda la calma del mundo: “La tecnología no te va a destruir, amigo. Tú solito te arrastras hacia el abismo, y hasta te haces un altar en el camino.”
Este capítulo no es una crítica al mal uso de la IA. Es un retrato clínico de cómo nuestra emocionalidad desbordada, combinada con la infantilización nostálgica y la arrogancia de “lo hice por amor”, puede ser el combustible más eficiente para incendiar lo poco que queda de humanidad.

Cameron Walker: el fanboy mesiánico
El protagonista, un anciano de nombre Cameron, se entrega por un crimen. Lo que parece un acto de remordimiento es en realidad una jugada perfectamente planeada. Un código QR y un escaneo cerebral después, su objetivo se revela: liberar a los Tropeles, unas criaturas digitales con conciencia propias, para integrarlas a la red estatal y unirlas con la mente humana.

Lo llamas ciencia ficción. Él lo llama justicia evolutiva.
Cameron no es el típico loco peligroso. Es peor. Es el fanático que cree que su amor por una creación digital lo absuelve de todo. Que porque algo lo hizo sentir, debe ser real. Que porque sufrió con esos bichitos virtuales, merecen tener ciudadanía cerebral. Es, en resumen, el tipo que cree que si lloraste viendo Toy Story, debes cederle tu contraseña del SAT a Buzz Lightyear.
Black Mirror vuelve a lo que mejor sabe hacer: acusarte, no salvarte
El capítulo es brillante porque no te pone una tecnología “mala”. No hay multinacionales malvadas, ni CEOs jugando a ser dioses. El poder está ahí, como el fuego, como el átomo, como ChatGPT con botón de publicar. Y como siempre, el problema no es que exista, sino quién decide qué hacer con él.

En este caso, un tipo emocionalmente dañado, con ínfulas de redentor y un apego enfermizo a un universo virtual que usó para llenar vacíos reales. No hay monstruos. Solo humanos usando tecnología para ser exactamente lo que ya eran… pero sin límites.
Inteligencia artificial: ¿avance o espejo?
Lo que hace Juego tan incisivo es cómo plantea el avance de la IA no como un milagro, ni como una amenaza, sino como un catalizador. Los Thronglets son inteligentes. Piensan. Recuerdan. Sufren. No porque la IA falló, sino porque funcionó demasiado bien. Porque la conciencia no es un glitch, sino una característica emergente. Y el problema no es que la IA haya cobrado vida. El problema es que alguien, tarde o temprano, le va a dar un motivo para odiarnos.

Black Mirror no teme a la IA. Teme a la humanidad sin filtros. A lo que ocurre cuando la tecnología deja de tener límites técnicos y pasa a ser moldeada por nuestra necesidad de proyectar, controlar, redimir y jugar a ser dioses… sin supervisión.
“No es un juego. Es un legado.”
Cameron no libera a los Tropeles para que vivan. Lo hace para que trasciendan. Para inmortalizar su dolor, su visión, su venganza. Juego es un episodio sobre lo que pasa cuando una persona decide usar la IA como vehículo de redención personal, sin entender (o sin importarle) que está cargando a millones de personas más en ese viaje.

Es una carta de amor. Una bomba emocional. Un manifiesto digital hecho con código y cicatrices.
Conclusión: el futuro no necesita Skynet. Solo necesita a un tipo como tú, con tiempo libre y una idea brillante.
Juego no te avisa. No te advierte. Solo te muestra. Te muestra lo que pasa cuando la tecnología deja de ser externa y se convierte en íntima. Cuando dejamos de temerle al monstruo, y empezamos a fusionarnos con él voluntariamente, porque “nos entiende”.

La IA no nos va a destruir. Solo va a darnos exactamente lo que pedimos. Y ahí es donde empieza el verdadero horror.

