Cuando pareces darte cuenta de que nada va como debería y de que todo, absolutamente todo va mal. No vas hacia donde deseas ir, tu camino en algún punto se desvió, vives la vida, día a día por mera rutina e inercia y eres alguien de quien no estas orgulloso; no reconoces a quien ves frente al espejo, te sientes entumido, como cuando te duermes encima de tu brazo y sabes que ahí está, pero no lo sientes tuyo.
Miles es el protagonista de esta historia, y vaya que tiene tiempo en cámara. Miles está cansado, no tiene idea del hastío que siente de su vida diaria hasta que un día, uno que crearía un hito en su vida, se da cuenta de ello. No quiere la vida que tiene, no quiere ser quien es, quiere otra vida y ser otro, una mejor vida y una mejor versión de si mismo.
Esta serie de Netflix bien puede ser consumida de un bocado, un denso y pesado bocado que se resbala por la garganta con algo de comedia, como si de una película larga (y algo rara, «rara bien») se tratase. A momentos me hizo sentir algo un poco similar a lo que me produjo «El hombre duplicado» de José Saramago (sólo un poco, quizá me refiero más a su versión cinematográfica, quizá, no sé) combinado con algo del sabor de la serie animada BoJack Horseman.
No deseo profundizar más en la trama de esta obra, te invito a verla y espero sea de tu agrado, por cierto, la música… oh la música, otra maravillosa sorpresa (a parte de ver a Paul Rudd en este personaje que me hizo suspirar y tragar saliva con la boca seca), acá dejo una probada de la música creada por la Anna Meredith, una artista a la que desconocía y hoy afortunadamente tengo el placer de escuchar.
Abrazos;
Magenta