Llegando tarde

En la mañana recordaba un cuento que escribí hace un par de años, “La Chicharra”; jamás se calla, jamás se va, el ruido apenas me deja oír y me entume todo el cuerpo. Desperté, bajé y me volví a dormir, desperté y bajé un piso más, me acosté de nuevo y desperté, estaba en la cama y en el sillón, en el baño y en el auto, en la oficina y camino a la tienda, al apretar el botón de la máquina expendedora de café y al pagar aparentando entender lo que me decía la cajera, “sonríe y asiente, que parezca real” pensé, eso siempre funciona.

Es difícil escuchar entre tanto ruido y sé que suena bastante extraño, pero también hace muy difícil ver con claridad, o sentir, el zumbido entume todo, bueno, menos el olfato, no tengo idea por qué, así que vivo lleno de aromas que me dicen donde estoy y donde estuve, a donde jamás volveré.

¿Has sentido ese escalofrío de cuando sientes que pisas y hay vacío y vas a caer?, ¿has sentido ese repentino vacío en el estómago?, ¿has sentido estar despierto en medio de un sueño?, ¿estar dormido en medio de la gente?, despertar en cuanto suena la alarma por quinta vez y bajar, acostarse de nuevo, ¡maldita alarma!, ¡maldita confusión!, “sonríe y asiente, que parezca real”, ¡imbécil de mierda “sonríe y asiente, que parezca real” !, por favor… “sonríe y asiente, que sea real”.

Roberto González Rivera

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